jueves, 16 de agosto de 2012

Morelia, Mich. México. 2003.


Esta noche hay más luz, hay una vela nueva en la mesa de noche, la habitación parece más iluminada. 
Esa vela nueva, tal vez no dure mucho, promete noches iluminadas, potencial para hacerlas más claras. 
En este momento no hay remedio para lo que se dijo ayer. 
Ya no quiero que leas mi carta, seguiré escribiendo para tí como si fueras algo simple y etéreo, aunque  mueras en mis adentros, sigues siendo consejero. 
Ahora entiendo y acepto que la noche avanza y que debe haber una hora de dormir. 
El tiempo no debe detenerse, desde esta noche lo he hecho avanzar, algún día hay que envejecer, aún cuando el recuerdo sea eterno. 
La luna seguirá saliendo, creciente o menguante y tu estrella, ahí, después de la muerte, será tuya. 
Respecto a mí, no puedo prometer nada. Ya no es tiempo de promesas para tí. 
Los temporales en mí, siguen pasando extrañamente, sé que están a punto de marcharse, la ventana abierta y el viento nuevo se ha de llevar tu aroma. 
El silencio no responde, así pues, tu silencio me ha dado respuesta, que yo esperaba hace tiempo. 
No han pasado muchas lunas, no esperes que las haya contado, no han sido las mejores. 
Ahora, llegó la hora de dormir y apagar la vela, dejarla reposar, para que mañana pueda seguir alumbrando.
Una nueva causalidad, un nuevo destino, un nuevo camino por recorrer espera mañana.

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