jueves, 16 de agosto de 2012

Morelia, Mich. México, 25 de Febrero de 2003.

¿Qué mentira me estás diciendo, qué sentido tiene tu silencio?. 
A tí me he entregado, para tí sigo creciendo. No quiero que te alejes de mi, que rompas esta cercanía de tajo. 
Somos tan iguales que nunca creí que encontraría esa mitad, los kilómetros no existen cuando existen tus palabras que hacen ecos para cuando callas. 
Mas, el silencio es como la marea, como todo lo que va y viene, jamás el silencio ha sido eterno. 
Lo repito, no dejaré que tu silencio siga envejeciendo, ni que la soledad me robe tus letras, nunca dejaré que te acaricie el alma, que ni siquiera se atreva a guiñarte el ojo, pues mi caricia y mis brazos son más cálidos y reales que aún en la lejanía te arropan y no se pierden ni uno solo de tus sueños.
Mis pasos vigilan cada uno de tus pasos, soy como tu sombra, la sombra que jamás está detrás de tí, jamás adelante, esa sombra que está a tu lado, camina junto a tí y contigo, que te toma la mano, que te guía y que desear que la guíes. 
Qué me falta, qué me sobra. No te pido que dejes nada, sólo quiero tu compañía y tu presencia. 
Gracias, por enseñarme a llorar y luchar por lo que quiero, gracias por hacerme saber que los sueños pueden tocarse.
No me veas como pertenencia, mírame como lo que soy, de carne y hueso con tantos errores, imperfecciones, con tantos defectos como tú.
Sin embargo, aquí estoy, para compartirlos, para sanar heridas, tocarte, para sentirte, aprender de tí, enseñarte, vivirte, escribirte, escucharte, para amarte. 
Toma lo que ya es tuyo, reclama lo que ya es parte de tí, ven a luchar conmigo. Al menos, yo estoy dispuesta a hacerlo y defender este amor de todo, hasta de sí mismo. 
Ven a salvarme, pues ya no lucharé por la soledad que por tí abandoné. 

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