jueves, 16 de agosto de 2012

Morelia, Mich. México, 24 de Marzo de 2003.

La última carta.

Es una necesidad decirte lo que siento, disculpa si mi carta te es inoportuna, será la última, si no quieres leerla no te preocupes, detente aquí, sólo la envié para evitar que mis palabras se ahoguen en lágrimas que mis ojos guardan. 
No maldigo al silencio, jamás lo he sentido parte de mí. 
Las noches han sido largas, las prefiero así, es mejor ocultarse del sol que no iluminará mañana, ya lo había dicho, es mejor no acostumbrarse a algo que no será. 
¿Y sabías lo que sería?. No importa ahora. 
Todo tiene una razón, tal vez destino, coincidencia, ya no sé qué creer. Espero que estés bien, hace tiempo no sé de tí. 
La luna seguirá saliendo, tu estrella, brillando. 
Disculpa otra vez esta locura, no volverá a ocurrir, las próximas cartas, no llegarán a tus manos. 
Mis poemas, quémalos, son tan vanos. Todas estas palabras que ya no existen, no vale la pena guardarlas.
Ahora, solamente nos queda el dulce recuerdo de lo que puso ser. 
Qué más da la guerra, si además la protesta va de sobra, seguiré durmiendo con el temor de despertar sin tus ojos. 
Nada vale la existencia, nada vale la protesta; aún cuando lance yo inútilmente un alto a la guerra, en estas palabras se sobran las lágrimas, esta guerra es sólo tuya, y sólo tú, puedes ganar. 
No podré, entonces, ganarle al hombre mismo, que a cada noche, tras un suspiro, se niega a la paz de sus ojos. 
¿Qué hago yo después?
Absurda muerte, absurda guerra, y absurda sangre. Maldita visceral existencia de tus palabras. 
Ya no tendrás mis palabras y espero que no las retengas. 
Creo que estás bien, lo sé, puedo sentirlo. 

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