Morir entre las cartas que jamás fueron enviadas, y volar como los papeles en el viento, tras abrir la ventana, correr despacio o con prisa, qué más da si el sol no halla descanso en tus brazos y no refleja tu mirada.
Esta vez, huyes del cualquier cielo y te ocultas ante cualquier elemento. El blanco rostro escurrido, no concibe expresión, ni vida, inmortal Miranda que anhela, suplicante boca cerrada y las manos atadas de libertad.
Morir entre las letras que no hablan, y volar como sonidos, simples ruidos, tras abrir la garganta,
Ahora, añorar morir sin prisa, aceptando sin temor la tortura o agonía.
Sola.
Morir entre las palabras que jamás dijeron nada, afónicas, todas estas ideas, morir como ellas, suspendidas.
Si acaso el sol, hoy, no halla descanso en tus brazos, rompe la aurora y córtalos de un tajo.
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