miércoles, 22 de agosto de 2012

Morelia, Mich. México, 21 de Julio de 2003.


Recuerdo aquel pequeño pueblo donde los murmullos corrían más velozmente que el tiempo, mi destino en ese momento no era una casualidad, el día, la noche, los amigos, todo había sido una conspiración para que nuestros pies dejaran huella.
Bajo la lluvia, la humedad en nuestros cuerpos, no sólo era exterior, la gente corría, tu y yo danzábamos, al llegar a nuestra posada, el silencio hacía eco, la ropa empapada comenzó a caer y tus manos dejaban huella en mi cuerpo, tus ojos hacían huella en el alma. 
El atemporal momento se iluminaba con la fogata, y la desnudez inundó nuestras almas. 
Mi destino aquella noche, era tenerte dentro, sentirte hasta el fondo de mis entrañas, aunque el dolor traspasara el vientre vacío.

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